Es innegable que Xavier Bosch (Barcelona, 1967) ha tenido un papel decisivo en el periodismo catalán de los últimos años. Su trayectoria incluye prensa, radio y televisión: fue director del Avui, uno de los fundadores del Ara, impulsor del modelo de Rac1 y El Món a Rac1 (emisora y programa con más audiencia de la historia de Catalunya actualmente) y inventor de Alguna Pregunta Més en la radio, programa que después haría el salto de televisión y que ya lleva una década afianzado en TV3. En televisión, Xavier ha dirigido programas como Un tomb per la vida, con Joaquim Maria Puyal, o Aquest Any 100 con Antoni Bassas, o más recientemente Ágora, programa que también presentó. Es el inventor del formato de El Gran Dictat, programa de entretenimiento vehiculado por el juego verbal. Con tanta biografía a sus espaldas, dedicamos la conversación a desglosar el significado y el aprendizaje adquirido durante todos estos años en los medios catalanes, la relación entre periodismo y poder y la responsabilidad social del periodista. Desde hace año y medio dedica gran parte de su tiempo a escribir novelas. Literariamente se ha consolidado con la trilogía protagonizada por el periodista Dani Santana, que se estrenó en el libro Se sabrà tot, premio Sant Jordi de Novel·la el 2009, y que ha continuado con Homes d’honor (2012) y Eufòria (2014). Los tópicos sobre su persona se confirman, es muy alto y grande, y su capacidad para observar y escrutar a su interlocutor le convierten en dominador de la situación en todo momento.
Con tu experiencia en primera persona en cargos de responsabilidad, ¿cómo definirías la relación entre periodismo y poder?
Diría que periodismo y poder son dos esquinas de un mismo mundo, pero depende del nivel de trabajo que haga el periodista. Un periodista de la sección de política o de la sección de economía tiene un contacto con el poder político y económico muy estrecho, incluso te diría que demasiado estrecho. El director de un periódico tiene contacto con el poder político, el financiero y además con el poder de los propietarios de los medios. Lo que tenemos que hacer nosotros es tan fácil como contar lo que pasa, nuestra tarea social, nuestra necesidad social, es contar a nuestros conciudadanos lo que pasa. A partir de aquí ya sabemos que hay unos pies forzados que nos impiden contarlo todo. Nosotros tenemos que luchar para no rendirnos y contar lo máximo posible a pesar de quien sea: los anunciantes, los propietarios, los ministros...
Has dicho más de una vez que un periodista vale más por lo que calla que por lo que publica. ¿Cómo encaja esa idea con el compromiso con la verdad y la responsabilidad social del periodista?
Muchas veces debes callar cosas para no quemar una fuente. A ver, ¿por qué se callan cosas? Primero, básicamente, porque no tienes la información contrastada, y si la persona implicada niega tu información te quedas jodido y sin la conformación de una parte de la noticia. A veces conviene no quemar fuentes que explican cosas de una forma periódica o según tu conveniencia, gente que te cuenta cosas pero te pide que no lo cuentes. Claro, si lo cuentas te quedas sin aquella fuente, que ya no te contará nada jamás. Uno mismo debe calcular qué le conviene más en cada momento para poder publicar el máximo de cosas posibles. Después, por desgracia, hay cosas que se quedan en el cajón porque hay directores o amos de medios de comunicación que dicen “eso no lo vamos a publicar”. Es así, no nos vamos a engañar, la realidad es esta. Aun así, estamos mucho mejor aquí en Barcelona y Catalunya que no a hora y media de avión, en Italia. Y ya no te hablo de Rusia y de lo que pasa con las personas que quieren contar la verdad sobre Chechenia, como Anna Politkóvskaia (ya sabemos cómo las gasta Putin) o de México, donde cada año mueren más de 700 periodistas por el tema del narcotráfico. Una vez dediqué un Àgora a la libertad de prensa en Italia y allí entre el control de Berlusconi de los medios privados (y de los públicos cuando era presidente), la mafia del sur del país que no salpica todo y el Vaticano en Roma, los periodistas no podían contar nada. ¡Nada! Así que, como decía un antiguo presidente del Barça, no estamos tan mal. Nunca se hace un servicio óptimo, pero aquí podemos contar con suficiente libertad las cosas que pasan.
Cuando dimitiste de tu cargo de director del Avui diste explicaciones a Javier Godó y José Manuel Lara Bosch, los propietarios del periódico en aquel momento, también con un pequeño porcentaje para la Generalitat...
Al 20% del Institut Català de Finances no di explicaciones, se lo expliqué a Godó y Lara, que eran las dos personas que habían confiado en mí en aquel momento en el que poseían el periódico.
¿Tu relación con Lara y Godó era de presiones continuas o era más convencional, de jefe a empleado?
Era mejor que la relación que puede tener un jefe con su empleado. Dejaban hacer. A Godó ya le conocía de los siete años que estuve en Rac1 como jefe de programas y director de El Món a Rac1, y presiones ni una, consignas ni una. En la radio, entre 2000 y 2007, estando yo allí, eso es lo que sucedía. La gente quizá no se lo crea, pero fue así. Con Lara tuve una conversación previa a mi fichaje, y la segunda conversación que tuvimos fue cuando fui a su despacho a comunicarle que lo dejaba, ya se lo había contado por teléfono, pero quise explicarle bien los motivos para que no viera fantasmas ni cosas raras. Para él era un momento complicado, porque aparte de ser el amo del Espanyol [se ríe], que eso quizá no es lo más importante, era el amo de La Razón, ADN y una parte importante del Avui. Muchos lectores de La Razón le reprochaban que fuera propietario del Avui.
Y al revés, supongo.
Sí, y al revés. Pero él siempre me dijo que no pretendía cambiar la línea editorial del periódico, entendía que fuese un periódico muy nacionalista, y piensa que estamos hablando de 2007, en aquel momento nadie hablaba de independencia. Él creía que el periódico debía seguir siendo igual, y no hizo nada para cambiarlo. Y con La Razón supongo que pensó lo mismo: que su lector era muy españolista y que quería seguir leyendo un periódico con una línea editorial muy españolista. Por lo que me consta, sabe dar a cada negocio lo que hace falta, el delega el trabajo a distintas personas y deja libertad de movimientos.
Ahora es propietario de La Sexta (El Intermedio, Salvados, Al Rojo Vivo) y La Razón. ¿Qué opinión te merece esto?
Es un empresario que invierte. No sólo en periodismo, en todo. Y la línea editorial no le importa. Él recibe presiones, me consta que lo presionan para que cambie presentadores, programas y líneas editoriales, y el tío aguanta. Él aguanta, como tiene la independencia del dinero, porque es él el que tiene el dinero, sabe aguantar los golpes. Ya sé que estoy diciendo cosas que la gente no espera que diga, pero es mi realidad. Lo más importante de un amo es que te deje hacer. Para Godó también era una situación incómoda, era propietario de La Vanguardia y justo cuando vendió el Avui, sacó La Vanguardia en catalán, no quiso hacerse la competencia a sí mismo. A mí me parece un hecho de gran relevancia para la comunicación en Catalunya del siglo XXI que La Vanguardia haya salido en catalán.
Tú has impulsado modelos de medio (Ara, Rac1), y programas (APM, El Gran Dictat) que han resultado ser un éxito. ¿Cuál es la interpretación del público que te hace ver que un modelo puede salir adelante?
No lo sé, supongo que la intuición de haber trabajado con gente buena. De haber trabajado con Puyal, y ver cómo trabajaba y cómo presentaba los proyectos, de haber trabajado con Bassas, de haber sido i ser amigo de Mònica Terribas... He tenido la suerte de rodearme de gente muy buena, y después he tenido la imaginación necesaria para estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. El éxito del modelo de Rac1 es de un señor que se llama Albert Rubio, al que acaban de despedir injustamente de 8Tv [la cadena de televisión del Grupo Godó], y que tenía muy claro que el modelo de radios privadas de Catalunya debía alejarse del modelo de Catalunya Ràdio. En aquel momento, cuando nace Rac1, también nace Ona Catalana, que hizo un modelo muy parecido al de Catalunya Ràdio, demasiado parecido, con una programación casi calcada. Albert Rubio, secundado por Eugeni Sallent (director de la emisora) y yo mismo, mantuvimos un modelo cuando las audiencias de programas como el Minoria Absoluta eran cero. Queríamos ser potentes en entretenimiento y deportes, y así fue durante los primeros 5 años, nos diferenciamos así del resto. También es muy importante el tono, buscamos un tono poco impostado, un tono cercano que hablara como la gente de la calle, siempre respetando la lengua catalana al máximo.
Ahora Rac1 es emisora líder absoluta de la radio catalana, tú apostaste por lo que ahora son grandes nombres, como el trío de Minoria Absoluta, Joan Maria Pou en las retransmisiones del Barça, Raül Llimós...
Los fichajes de los que me siento más orgulloso son Marta Cailà, Joan Maria Pou y Raül Llimós. Eran gente de las facultades, no eran estrellas, nadie les conocía por la calle. A Pou le pedí que me hiciera una retransmisión de un Barça-Lugo en casete como prueba, y más tarde convencimos a la radio para dar los partidos del Barça.
Otro formato de éxito: El Gran Dictat. ¿Cómo se te ocurrió la idea de hacer entretenimiento televisivo jugando con la lengua?
Yo viví en Estrasburgo, en Francia, entre 1991 y 1992, un año. Vi que en los clubs de lectura y las bibliotecas había una gran tradición de hacer concursos de escribir al dictado. Estrasburgo es una ciudad muy fría y aburrida, la gente se distrae como puede. No me consta que haya ningún programa en formato de dictado, sí que hay concursos como el Saber y Ganar de Jordi Hurtado, pero no se dedican exclusivamente a jugar con la lengua. Me quedo esta idea en la cabeza, y cuando me encargaron pensar un programa de entretenimiento... Yo amo la lengua catalana, me preocupa, y la tendencia que tenemos los medios es cada vez más a maltratarla. Pensé que desde una televisión pública, un buen servicio al país y un programa indiscutible sería aquél en el que se jugara con la lengua. Hicimos muchas pruebas con la gente de Triacom, y escribir al dictado de forma literal como hacíamos en el colegio era aburrido y poco televisivo. A base de probar fuimos sacando las distintas pruebas que conforman el programa. De lo que estábamos seguros es de que funcionaba la prueba final.
Escribir palabras cada vez más complicadas.
Exacto. Sabíamos que eso funcionaria, en las pruebas previas a esta sí que cogimos ideas del spelling inglés, de letrear palabras, todas son una mezcla de cosas ya inventadas. Queríamos huir del tema escolar, de un profesor con una pizarra y una tiza, y por eso creamos un plató muy moderno y buscamos que el presentador fuera singular (por suerte, Òscar Dalmau se viste de un modo peculiar) y no vincular la lengua y la escritura a algo aburrido. Queríamos huir de esa idea, divertirnos jugando con la lengua.
Òscar Dalmau nos dijo que no creía que la televisión fuera una herramienta educativa, que era entretenimiento. ¿Compartes esa idea?
La televisión es entretenimiento. Pero a partir de aquí se pueden hacer muchos programas documentales, o concursos, o informativos en los que se cuenten cosas que la gente no sabe, o que debe refrescar. Que la gente que ha visto un programa a la hora de cenar pueda comentar algún detalle el día después, y que no sea todo banalidad o intranscendencia, me parece algo importante. Todo lo que he hecho en la televisión (La vida en un xip, Aquest any 100, Àgora...) he intentado que no fuera de jijijaja, sino que tuviera contenido. No me interesa hacer tele por hacer tele, entretener para entretener. No.
¿La idea de El Gran Dictat es fruto de alguna afición anterior al juego verbal?
No, yo he sido jugador muy ocasional de Scrabble en alguna sobremesa ocasional de Sant Esteve, pero no mucho más. Pero la lengua es mi herramienta básica de trabajo, tanto en el periodismo como en la literatura, y me interesa hablarla bien, mejorarla, aprender palabras nuevas. Sentarme en el váter con el diccionario de frases hechas en vez del periódico...
¿Te sientas en el váter con el diccionario de frases hechas?
[se ríe] ¡Ya me lo terminé! Ahora existe Twitter. Pero antes de que apareciera Twitter me iba al baño con el diccionario de frases hechas, sí.
Hablemos de tu paso a la literatura. Durante muchos años has tenido una actividad periodística frenética, ¿ahora dedicas mucho más tiempo a las novelas?
Sí. Antes de esa actividad frenética, cuando estaba en Estrasburgo escribí un libro, y más adelante en el 92, el 94 y el 98 publiqué cuentos en La Magrana. Y me lo pasé muy bien, las tiradas eran mínimas, se editaban 5.000 ejemplares y se vendían 2.500, pero era muy joven, eran cuentos... Para mí era un honor publicar en la misma colección de Les Ales Esteses como Jesús Montcada y Maria Barbal. Conocer a Montcada me impactó mucho, recuerdo que le llevé al Camp Nou, que él no había ido nunca. Yo quería ser como ellos. Cada noche de Santa Llúcia acompañaba a mi amigo poeta Francesc Garriga (que finalmente ha ganado el premio Carles Riba) a ver si ganaba el premio. Y yo veía cómo Vicenç Villatoro ganaba el Sant Jordi de Novel·la, y pensaba: hostia, ¡quiero ser como él! O veía cómo ganaba Jaume Cabré y pensaba: ¡quiero ser como él! No soy como Jaume Cabré eh, ¡faltaría más! Total, que cuando me fui del Avui vi que tenía un curso entero por delante, era enero y las temporadas de tele y radio empiezan en septiembre. Y escribí el Se sabrà tot, gané el premio Sant Jordi y eso me cambió la vida.
¿De qué forma?
Me doy cuenta de que eso es lo que me gusta, y me posiciono en una rampa de despegue de aceptación popular, reconocimiento y ventas que fue inesperado para mí. Y decido aprovecharlo. Fèlix Riera de Edicions 62 y Josep Lluch de Proa insisten en que Dani Santana es un personaje coherente que debo aprovechar. Y Dani Santana acaba protagonizando también Homes d’honor y Eufòria. ¡Y aquí estamos! De forma paralela yo estaba haciendo Àgora en TV3, hace un año terminó el programa, no me renovaron el contrato porque la tele decidió hacer una cosa distinta con Ariadna Oltra y yo me fui para casa. Y a partir de aquí tengo mucho tiempo para escribir.
En tus novelas existe la sensación constante de que juegas a confundir Dani Santana con Xavier Bosch.
En el inicio sí. Dani Santana es un periodista que dirige un periódico, que dimite en extrañas circunstancias, y la primera frase de la novela yo la podría suscribir como Xavier Bosch: el cargo me duró unos zapatos. A partir de aquí, el resto tiene poco que ver conmigo. Claro, ganar el Premi Sant Jordi, que el título sea Se sabrá todo, y que yo acabe de dimitir como director... Parece que el libro explique grandes verdades, pero no es así, aunque yo jugué con ese morbo. Pero vaya, la novela se ha traducido al francés, y un señor de Lión no tiene ni idea de quién soy y puede entender la novela perfectamente.
¿Los momentos de más presión fueron en las entrevistas a los candidatos de las elecciones al Parlament de 2012, cuando los entrevistas en prime time en la recta final de la campaña electoral?
Sí, y además en una televisión pública. Ahí me estoy poniendo la túnica de representar a todos los ciudadanos de mi país. Por lo tanto la premisa es: apriétalos a todos, ponlos en apuros a todos, subraya las incoherencias de todos, hurga en todos los temas a todos. Está claro que yo voté a uno de esos, pero no debe notarse. Incluso alguno de ellos me cae muy mal, pero no debe notarse. Es necesario estar híper documentado de todos, de su programa electoral y también de lo que han hecho durante su vida ellos y sus partidos para no dejar pasar ni una. Yo tenía aquella forma de entrevistar seria, quizá me cebé tanto con ellos que a alguien no le gustó y me mandó para casa.
¿Es el momento en el que sientes más la presión del poder?
No. Igual que Dani Santana en una de las novelas hace una metáfora continuada de un periodista con un cirujano, yo seguía el mismo proceso. Yo no quiero contactos previos con los invitados, no quiero hablar por teléfono con ellos ni con los jefes de prensa, solo les quiero decir buenas noches mientras les ponen el micrófono y les retocan el maquillaje, y ya está. Y cuando terminamos, cada uno hacia un lado distinto, yo no me quedaba a hacer tertulia con ellos.
Pero seguro que anteriormente habías coincidido con todos ellos. ¿Pones distancia de por medio?
Sí, todas las distancias que puedo. Es una premisa que siempre he querido mantener y que siempre he tenido. No quiero tener un Síndrome de Estocolmo de haber almorzado con una persona dos o tres veces y que en la entrevista me dé pena ponerle en apuros más de la cuenta, o hacer la pregunta que sé que lo mata, o usar información que me haya dado cuando nos hemos visto. Los jefes de prensa a menudo se cabreaban después de las entrevistas, pero por suerte me pude aislar de esto, pedí a mi equipo que no me lo contara. Si el jefe de prensa reniega de TV3 no me lo contéis, no quiero saberlo, yo he hecho mi trabajo tan bien como he sabido. Y cuando uno se va a su casa ya hace la autocrítica, y ya sabes que en 25 minutos deberías haber apretado más por otro lado, o que has repreguntado demasiado sobre un tema del que no podías sacar nada nuevo, o has repreguntado poco, o que ha habido dos preguntas que querías hacer sí o sí y que a final te han volado en el directo, o no te has querido arriesgar a mirar el guión… Los 30 minutos en coche de Sant Joan Despí [donde están los estudios de TV3] hasta Sant Cugat eran duros, y después me costaba dormir. Pero vaya, en cuatro años creo que nunca fundí los plomos ni dejé a TV3 en mal lugar.
En el momento que vive Catalunya a nivel político y social, ¿no te sabe mal no estar en primera línea de fuego?
Agradezco no estar ahora en esa línea de fuego. Lo que quiero decir lo digo en la contraportada del Ara todos los viernes. Me parece que el momento es histórico. Pero por ejemplo, yo hago záping con Basté y Terribas [los programas matutinos con más audiencia de la radio catalana], escucho sus editoriales a las 8 de la mañana, y creo que se habla demasiado del proceso soberanista. No soy Duran i Lleida ni me quejo de que se hable sobre el tema, pero creo que los dos programas de radio con más oyentes del país, que son los que marcan opinión hoy en día… Es un monotema. Y en nuestras vidas suceden más cosas aparte de la política y el presente y futuro de Catalunya. Nuestra vida está amarada de cultura: leemos libros, vamos al teatro, vamos a conciertos y al cine. Estamos impregnados de cultura, y en cambio parece que los medios, para ser importantes, sólo quieren hablarnos de política. Y yo creo que eso es un error.
¿El monotema del proceso soberanista también es aplicable al Ara?
[se lo piensa] El Ara… Yo hablo de las editoriales de las 8 de la mañana de las radios. En programas de 6 o 7 horas se puede hablar de todo porque tienes mucho tiempo, pero yo hablo del monotema editorial. Yo creo que el editorial del Ara, en la página dos-tres, es más diverso y suceden más cosas. ¡Eso creo yo, eh! Quizá no.
De hecho ha habido unas cuantas portadas monográficas sobre el proceso soberanista.
Sí, pero estamos hablando de días históricos, es inevitable. Si miramos los 4 años de portadas del Ara yo creo que hay temas diversos: medioambientales, de Rusia… Hemos hecho temas variados.
¿Estáis contentos con la evolución del periódico?
El Ara es el periódico de Europa que más crece hoy en día. Y estamos encantados de la vida con nuestro producto, creo que salió bien y que lo hemos mejorado mucho. Carles Capdevila y su equipo hacen un trabajo maravilloso, y el digital va como un tiro. Tenemos la ventaja de no ser un periódico digital que viene del papel, ni un periódico de papel con la excusa del digital; nacimos multiplataforma, con la redacción integrada des del primer minuto y pensada para apps de smartphones y tabletas. La gente se quema las cejas, y lo que hacen los redactores todos los días es un pequeño milagro. Te diría que el resultado final supera las expectativas.
Siempre has estado vinculado al periodismo deportivo, especialmente al Barça. ¿También en el club existen mecanismos de presión?
Mira, el Barça es mi vida y me gusta tanto que si puedo ir a hacer un café con el presidente del Barça voy, y si puedo desayunar con el entrenador del Barça, lo hago.
¿Lo haces a menudo?
A menudo no, pero no he dejado de hacerlo, porque eso ya forma parte de mi curiosidad universal de culé. Como periodista me sirve, pero sobretodo me sirve como socio.
Así que has almorzado con los últimos entrenadores y presidentes del Barça.
Entrenadores no todos. Presidentes... sí.
¿Eso te condiciona al escribir tus columnas en Mundo Deportivo?
No. Si no pudiéramos escribir con libertad sobre el Barça, mal vamos. Cuando yo estaba en el Avui escribía artículos sangrantes contra Núñez y después, cuando dejó de ser presidente, he tenido buena relación con él. Siempre he escrito lo que he querido, solo faltaría. Los futbolistas, cuando les pones nota, se lo miran. Ellos dicen que no, pero miran los periódicos deportivos con lupa. He recibido llamadas de algún futbolista por algún artículo, incluso de jugadores extranjeros, que pedían a sus compañeros que les tradujeran los textos. Y me decía: ¡tú dices que yo soy un mierda! Y yo contestando: hombre, un mierda no… Cuando te llama un jugador del Barça directamente a tu móvil ya no hace tanta ilusión.
¿Cuáles son tus expectativas de futuro?
El futuro pasa por seguir escribiendo novelas. De escribir en catalán se puede vivir con lo justo, y por eso sigo colaborando en medios, a pesar de que el Ara me lo siento como mío y colaboro encantado.
Para terminar, te pido que escojas una palabra.
Potser [quizá]. Me gusta el sonido, me gusta escribirla y sobretodo me gusta lo que significa. En la vida hay muchos matices, muchos grises, muchos contextos y muchas explicaciones por hacer. Me fio poco de aquellas personas que hablan en términos absolutos, que usan palabras como siempre, o jamás. Creo que siempre y jamás son palabras demasiado gordas como para usarlas en nuestro lenguaje habitual. No estoy tan seguro de nada como para usar en nunca y el quizá, y por eso me siento me siento muy cómodo usando un potser al principio o al final de mis opiniones. Me gusta cómo suena la palabra en italiano, magari, que no es exactamente lo mismo, es un ojalá más que un quizá. Realmente, ¡quizá me gusta más magari que potser!
Texto: Oriol Soler
Fotografías: Marc Saludes
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