La radio puede ser un medio muy gratificante, pero también agotador. Eso parece cuando nos recibe Pepa Fernández (Cervera, 1965) en la redacción de RNE en Barcelona. Hace un recuento de los viajes hechos los últimos cinco días, todos fuera de casa, y lleva muchos kilómetros acumulados. Está acostumbrada, pero agradece que la pasada noche haya sido la primera en mucho tiempo sin ponerse despertador. Lleva 14 temporadas al frente del programa No es un día cualquiera, que se emite cada fin de semana desde un punto distinto de la geografía española, y que con un millón de escuchantes (que no oyentes, ella misma nos aclarará este término) es uno de los programas más consolidados de la parrilla radiofónica estatal. Hablamos de la razón de ser de los juegos de palabras en los medios, de la complejidad de entrevistar y de la salud de los medios públicos.
Después de tantos años haciendo el mismo programa, ¿qué haces para no verte repetitiva y no aburrirte?
Yo siempre me parezco a mí misma. Al final siempre haces tu programa, el que te gustaría hacer. Y yo hago lo que me gustaría hacer, y es inevitable que no me repita. La clave es tener secciones que van cambiando, invitados distintos cada semana… Pero de todas formas a la gente le gusta mucho integrar la radio en sus rutinas, y si un día se levantan más tarde y ya no escuchan la sección de siempre que se hace a la hora en que se duchan, sienten que ya no están en la hora de siempre. La radio tiene un elemento de repetición que la gente agradece mucho. Pero vaya, el programa que hacemos ahora no se parece en nada al que hacíamos al principio. Hay pocos colaboradores que sigan.
Una de las secciones que siguen es la de los juegos de palabras. ¿Por qué quisisteis introducirlas?
Porque a mí me gustan mucho. Siempre me han gustado mucho las palabras y los crucigramas, de pequeña ya me fascinaban los palíndromos. Y lo que hace Màrius [Serra], responsable de la sección, me gusta mucho. Y ya había trabajado con él en Catalunya Ràdio y la Cadena 13. Hacía tiempo que le conocía, y pensé que si hacía todos esos juegos de palabras en catalán también podía hacerlos en castellano. Es un espacio que ha ido cambiando, está ahí desde el 2000, y la sección de ahora, el Crucigramàrius, funciona de miedo. Piensa que medio país acierta el Crucigramàrius y la otra mitad no, es lo que divide. Todo el mundo, cuando viene a comentarme cosas, habla del Crucigramàrius. Ya es uno de los rasgos definitorios del programa.
Aparte de hacer participar al público y entretenerlo, ¿qué más aporta una sección de juegos de palabras en un medio de comunicación?
Es un ejercicio mental extraordinario. Los juegos de palabras te hacen pensar, son más que simples juegos. Es un poco como los números. Cuando te obsesionas con los números aprendes a sumar, restar, mirar matrículas, sacar consecuencias lógicas… Con las palabras pasa lo mismo. Cuando te aficionas a las palabras es inevitable que todo te llame la atención: lo que oyes, lo que lees… Y va muy bien un poco de gimnasia mental.
Has dicho alguna vez que cuando más tiempo llevas haciendo entrevistas, más insegura te sientes y más necesitas documentarte. ¿Al principio el periodismo es como un juego? Ir a hablar con la gente, conocerla…
Sí, yo creo que sí. Empecé a trabajar en la radio cuando acababa de cumplir 18 años. Y hacía entrevistas sin guión, con una alegría… Ahora sería incapaz de hacer las preguntas que hacía entonces. Hay preguntas que sólo puedes hacer cuando eres muy experto o muy insensato.
¿Es inocencia?
¡Claro! Por ejemplo, la pregunta de: ‘¿cómo te sientes?’. Es una pregunta que se hace a alguien cuando sabes exactamente cómo se siente. Es típico en los secuestros. Le preguntan al secuestrado cómo se siente. ¿Cómo se irá a sentir? ¡Pues mal! Estas preguntas las haces cuando crees que todo esto es muy fácil, y con el tiempo descubres que es muy complejo. Y con los años he descubierto que si no estoy muy documentada no puedo hacer una entrevista.
¿Te arrepientes de alguna en especial?
Las que hice en Ràdio Cervera en aquella época seguro que eran de traca, afortunadamente no tengo los audios de aquellas entrevistas. Si las escuchara ahora me moriría, qué ridículo… En estos últimos años también he hecho alguna que no me ha gustado, pero porque no he tenido feeling con el personaje.
Tú tienes fama de gran entrevistadora, pero en una entrevista hay un punto de incertidumbre, puedes prepararlo mucho pero la mayoría depende del que responde. ¿Esta incertidumbre es la que te hace estar en tensión?
Siempre hay una parte de sorpresa. Puedes fascinarte con tu invitado o establecer desde el primer momento una especie de rechazo, y esto no se puede controlar. Tú puedes preparar bien la entrevista, leer el libro del invitado, o mirar su película… Pero no puedes controlar el sentimiento que dura lo que dura la entrevista, que puede ser de atracción y afecto o de rechazo. Pero el sentimiento está.
Hablas a menudo de escuchar. ¿Es lo más importante para hacer una entrevista?
Absolutamente.
¿Escuchamos poco?
Creo que en general todos escuchamos poco. Pero escuchar forma parte de la profesión de un periodista, es una de las exigencias que debe haber. No puede ser que te hagan una entrevista en la que alguien te pregunte algo que acabas de responder hace un momento, se establece una barrera entre entrevistador y entrevistado. Si el periodista sólo está pendiente de la siguiente pregunta y no de escuchar… Escuchar es básico, y no todo el mundo sabe. No pasa nada, porque todos podemos aprender. Hay gente que sabe de natural, pero hay gente que no sabe y aprende.
No es un día cualquiera trata la cultura de forma rigurosa, pero a la vez se emite en fin de semana i defendéis la voluntad de no querer tratar temas muy densos. ¿Cómo encontráis el equilibrio?
Mira, yo tengo muy claro que no se puede hacer el mismo programa el fin de semana que entre semana. Prescindimos de cosas que parecen necesarias, como la política o la prensa del corazón. El fin de semana te permite licencias, analizar las cosas, no hacer temas pegados a la actualidad. Pero eso no te autoriza a hacer un programa poco riguroso. Yo soy muy rigurosa pero con temas que durante la semana no se tratan.
¿Qué os aporta hacer el programa desde un lugar diferente de España cada semana?
Aporta mucho cansancio, eso de entrada. Es cansado físicamente pero agradecido anímicamente. Aporta un contacto directo con la gente que te escucha. Nosotros no hablamos de oyentes, hablamos de escuchantes. Gente que escucha. Alguien que habla quiere gente que la escuche, no que la oiga. Escuchantes es una palabra muy correcta, el participio de presente del verbo escuchar y lo utilizaban Cervantes, Góngora… Pero hace unos años que dejó de ser habitual. Y nosotros la recuperamos porque un señor de Figueres me dijo una vez: ‘éste programa es tan bueno que en vez de oírlo deberíamos escucharlo, deberíamos ser escuchantes’. Me gustó tanto la palabra que, después de mirar que fuera correcta (porque nunca la había oído), decidí usarla. Claro, hay diferencia. Podemos oír muchas cosas, un trueno, lo que sea. Pero escuchar es oír con atención. Y volviendo a la pregunta, vamos a conocer gente, tenemos contacto con ellos y reacción inmediata a lo que hacemos. Yo me lo paso muy bien.
RNE ha sufrido un descenso de audiencia brutal, aproximadamente 700.000 oyentes en un año. ¿Por qué ha sucedido esto?
Hay una frase muy buena que siempre dice un maestro de la radio, Julio César Iglesias, que es que un programa no dura porque sea bueno, sino que es bueno porque dura. La radio es una carrera de fondo, y las cosas tienen que estabilizarse, a la gente le gusta mucho el dejà vu, tener un profesional que conoce a una hora concreta. Hay un factor de repetición y hábito importante. Las apuestas que triunfan son las que se hacen a largo plazo, a muy largo plazo. Radio Nacional es una emisora pública, y cada vez que hay un cambio de gobierno o algún cambio dentro del mismo gobierno, cambia el director. Yo en 15 años he visto 9 o 10 directores. Y claro, a uno le gustas, al otro no, uno te adora, el otro no puede ni verte… Y cuando se ha mantenido durante 5 años una programación estable hemos ganado mucha audiencia. Llegó un director que lo cambió todo menos a mí, que me quedaba un año de contrato, y este cambio fue desastroso, aunque yo creo que los profesionales que hay en esta radio son muy buenos.
¿Qué puede hacer la radio pública para vacunarse contra ese dominio político?
Pues entender que manipular los medios de comunicación o hacerlos ir hacia donde tu quieres no tiene ningún sentido, porque no se ganan elecciones así. Quizá años atrás sí, cuando no había otra forma de informarse de las cosas, pero en ahora mismo… Lo que mejor habla de un gobierno son unos medios de comunicación públicos independientes.
Pero los gobiernos hacen justo lo contrario. ¿Es un tic del pasado?
¡Claro! Es que yo creo que esto que te acabo de decir no lo entienden. Unos medios públicos independientes y críticos con el gobierno hablan bien del partido de turno y la dan buena imagen. No me puedo poner en la cabeza de un político, pero no entiendo porqué siempre tienen la necesidad de hacer las cosas de forma distinta a como las hacía el que había antes. ¿Por qué hay que tocar las cosas que funcionan? Gente como Juanra Lucas o Toni Garrido hacían programas excepcionales. En la radio funcionan mejor las empresas privadas porque hacen apuestas a largo plazo.
¿Cuál es el contacto directo de un periodista puntal de una cadena con su director?
Depende de los directores. Entre tú y los directores de todas las emisoras de RNE hay dos directores más. El jefe de programas y el director de Radio1. Acostumbramos a hablar más con el jefe de programas que con el director… Pero siempre acabas hablando con el director. Te dice: esto no ha ido bien, deberías hacer el programa en tal sitio, me ha gustado mucho esta entrevista…
Vuestro programa es inmune al descenso de audiencias. ¿Por qué?
Por lo que te decía antes, la continuidad. Es que después de 15 años para mucha gente somos un hábito, una costumbre. Cuando te has convertido en una costumbre es difícil que te cambien.
¿Cuándo hablas eres consciente de que te escuchan un millón de personas?
¡No, no! Hoy lo contaba: cuando hablan de un millón de personas me imagino el campo del Barça. Yo he estado ahí alguna vez y ves aquél gentío y piensas ’qué locura, ¡cuánta gente!’. ¡Pues imagínate esto multiplicado por diez! Yo no podría, me saldría un temblor en las piernas que no sabría qué decir.
¿Tienes que tomártelo como un juego?
Sí, tienes que tomártelo un poco como un juego. Y al final, es algo que te gusta tanto que ya lo haces sin imaginar la repercusión que tiene. Pero después te das cuenta y dices… ¡10 campos del Barça! ¿Tú sabes lo que es esto? Es que es una barbaridad, si los viera a todos me moriría, no podría. Te acostumbras sin pensarlo demasiado, pero es necesario saber que siempre habrá alguien que se molesta, o alguien a quien lo le gustas, que hay gente que critica. Cuando eres joven crees que puedes gustar a todos, y con los años ni siquiera te molestas, lo asumes y ya está, tampoco pasa nada.
¿Vives sólo para el programa? Has dicho alguna vez que no sabes qué es el ocio.
Al final, cuando te lo pasas bien con una cosa lo acabas asumiendo como parte de tu vida. Para mí hay mucho ocio relacionado con el programa cuando viajamos los fines de semana. Trabajo mucho, me levanto a las seis de la mañana, pero hay una parte de ocio relacionado con mi vida, que no sé si forma parte de mi trabajo o de mi vida, o si mi vida es mi trabajo o mi trabajo es mi vida. Cuando un trabajo te absorbe tanto como éste, al final acabas integrándolo todo, y a mí no me importa. Estoy contenta, me gusta y llevo 30 años haciéndolo. Si no me gustara…
Para terminar, me gustaría que escogieras una palabra.
Escogeré tiquismiquis! Y te diré por qué: es una palabra que me la dicen mucho. Hay muchas cosas de comida que no me gustan… Y al final, es una palabra despectiva y negativa, pero me ha acabado gustando la palabra. Tiene muchas ‘i’, me gusta cómo suena. Me identifico con ella: soy tiquismiquis y no me importa.
Texto: Oriol Soler
Fotografías: Marc Saludes