Jordi Sierra i Fabra (Barelona, 1947) habla muy rápido, quizá porque tiene prisa en ponerse a escribir. Ha publicado más de 400 libros, lo que da una producción aproximada de un libro cada 40 días durante su vida literaria, y tiene 36 premios en sus vitrinas. Vitrinas en sentido literal, ya que muchos de sus premios los tiene expuestos en el piso superior de su fundación, una biblioteca-exposición-museo ubicada en el barrio barcelonés de Sants. Se preocupa por justificar la legitimidad y la autenticidad de sus obras antes de que empecemos a preguntar, y se le ve disfrutar paseando entre sus libros, premios y guiones originales que tiene expuestos. Parece prisionero de un resentimiento fuerte, fruto de su lucha contra un entorno que jamás creyó en sus posibilidades literarias, y de una necesidad impulsiva de seguir creando, seguir escribiendo, seguir ganando.
Ya que estamos aquí, me gustaría que me contaras la razón de ser de esa Fundació Jordi Sierra i Fabra. ¿Por qué decidiste crearla?
Bueno, pues la putada de que cuando yo era niño lo pasaba muy mal. Yo a los 8 años decidí que quería ser escritor. Yo era tartamudo perdido, no podía hablar con nadie. También era hijo único, mi padre hizo la guerra y la perdió… A los 8 años tuve un accidente y terminé en el hospital vendado y lleno de hierros, no podía leer, y entonces yo leía un libro al día. Además no podía comprar libros, no tenía biblioteca en la escuela ni en el barrio. Y ahora tengo una biblioteca en el barrio aquí, ¡que es mía! Todo viene marcado por la infancia. A los 8 años decidí que quería ser escritor y mi padre dijo que no, y me lo prohibió.
¿Te decía que no daba dinero?
Exacto. En el cole era tartamudo, recibía maltrato físico, me jodían los profesores de mates, los de lengua… Porque yo era diferente. Terrible. Y a los 15 años nadie creía en mí. Y tienes un sueño, y todos te dicen que no, que eres tonto. Y hostia, te pilla un sentimiento de rebeldía. Y cuando eres mayor y publicas libros y ves que lo has conseguido, y además tú solo luchando contra todo el mundo, y ahora voy a los colegios y veo niños que quieren ser escritores… Dije: tengo que ayudar a la gente. Yo no soy ningún santo, soy un diablo con cuernos y cola, pero a ver: si puedes hacer algo por alguien y no lo hacer eres tan culpable como el que provoca una guerra o pone una bomba. Estamos todos aquí, no podemos ser egoístas, sobretodo hoy en dia con la crisis y todo esto. Si tenemos ideales debemos defenderlos toda la vida. Mi lema es: ¡haz algo! Lo que sea, ¡pero algo! Como soy escritor, la fundación va sobre esto, si hubiera tenido una leucemia como Josep Carreras, pues habría hecho una fundación como la suya.
Has publicado más de 400 libros. ¿Cuando alguien se pasa la vida creando mundos paralelos cuál es su mundo real, el que pisa o el que crea?
No, yo duermo 8 horas al día, escribo 8 y vivo 8. Cuando hago un libro me pongo música a toda pastilla, escribo, canto, río… En casa tengo unos 30.000 discos. Es un trabajo muy solitario. Ahora vengo de una playa. Que tú dirás: joder, qué tío, al Caribe en enero. Pues he estado solo, encerrado y trabajando. Porque aquí no puedo pensar, tengo entrevistas, reuniones y mil historias. Siempre me voy a algún sitio a estar solo y pensar. Ni internet ni pollas, y tampoco periódicos ni televisión. A trabajar, a pensar. De mayo a septiembre no viajo nunca, me encierro en Vallirana – en una casa que tengo en la montaña – y hago un libro detrás de otro, tengo una disciplina brutal. Yo vivo igual en mi mundo que en el de los libros, siempre estoy con la parabólica activada si cojo el periódico de hoy, de un solo periódico te puedo sacar tres novelas. Mi mundo es una mezcla de realidad y ficción. Si cojo el periódico y veo que ha pasado algo en Camerún, pues me voy a Camerún.
Jugar es, igual que escribir, ir a un mundo paralelo con sus propias reglas. Pero por tu discurso me parece imposible que percibas la escritura como un juego. ¿Me equivoco?
No, sí que es un juego. De la nada sale un libro, eso es mágico. Para mí una hoja en blanco es una mujer a la que amar. ¡Una hoja en blanco! Lo tienes todo, puedes hacer lo que te dé la gana en esta hoja. Es un juego, crear es un juego. Una novela policíaca te la vas trabajando, y cuando la acabas se te queda el cuerpo… Es como un orgasmo tío, ¡es un orgasmo! ¡Es de puta madre! Yo reconozco que soy un crío aún, la gente me pregunta por qué voy a premios literarios. ¡Pues porque me presento a los que aún no tengo! Soy como un niño, si me falta un cromo quiero tenerlo.
¿Es competitividad esta compulsión de quererlo todo?
No, a ver, yo no lo quiero tener todo, yo quiero disfrutar. Es muy distinto. El que lo quiere todo es el ambicioso, el que tiene pasta en Suiza y aún quiere más, que piensas: tío, ¿por qué quieres más si no te lo podrás gastar? Pero es que a mí me gusta escribir, y eso es muy distinto. Me lo pide el cuerpo, yo soy Leo, soy competitivo. Pero competitivo de buen rollo, yo voy a jugar. Y si gano, cojonudo, y si no mala suerte. Pero no es una ambición egoísta, yo disfruto con lo que hago, me pongo metas. Pienso: éste premio no lo tengo, a ver si lo gano. Supongo que todo viene de la infancia, te pudren, te dicen que eres tonto… A mí toda la viga me estuvieron agarrando por detrás, y cuando me soltaron apreté a correr y todavía no he parado. Mi sueño es vivir 100 años y morir escribiendo, vivo y haciendo lo que me gusta.
¿Lo que te mantiene con fuerzas para seguir es ir a contracorriente, en aquella dirección que te habían prohibido?
Sí, claro. Bueno, tampoco es ir a contracorriente. Ahora tengo cosas a favor, soy Jordi Sierra i Fabra, soy conocido en todo el mundo (no tengo el Premio Nobel ni soy famosísimo, pero me he labrado un nombre), y ahora los últimos premios, si te fijas, son honoríficos. Porque ya llevo más de 40 años escribiendo, te respetan por la edad que tienes, y hasta los detractores se rinden y dicen: “¡éste tío ha hecho 400 libros! Se los ha currado y se los ha mamado, serán mejores o peores pero este tío es un currante”. Esto no lo puede negar nadie, y ahora recojo los frutos de toda una vida trabajando.
¿Hasta qué punto fue importante tu pasado de periodista musical?
Mi época musical fue muy importante en mi vida. Me puse a ello a los 22 años, y me dio libertad. Cumplí mi sueño, que era viajar y ver mundo.
[Jordi se levanta dirigiéndose a los niños que hay en el piso inferior, que están armando un poco de jaleo. Les pega un grito: ¡Eh! ¿Queréis parar ahí abajo? ¡Que me están entrevistando! Vuelve.]
Con 22 años entro en DiscoExpress, iba en Concorde, helicóptero, limusina… No míos, sino de Atlantic Records, de la CBS… Esto me dio una agilidad brutal, también escribiendo. Ibas a Nueva York y en el vuelo de regreso tenías que hacer el artículo a mano, luego había que pasarlo a máquina… Siempre he tenido rapidez para escribir, he escrito de todo en mi vida, pero los orígenes los tengo clarísimos. Normalmente llevo un pin que es una guitarra de plata, y hoy que me hacen fotos no lo llevo. Mucha gente reniega de su pasado, yo no. La música era mi vida, la dejé cuando estaba en pleno éxito. Lo dejé todo, era muy conocido, tenía tres revistas y un programa de radio, y lo dejé todo para hacer novelas, que es lo que quería hacer.
Has hecho múltiples biografías a las grandes figuras del rock, y con algunas de ellas tuviste contacto directo…
Muchos, muchos, sí. Muchos.
… ¿me podrías contar cuales te impresionaron más en el cara a cara, de quién guardas mejor recuerdo del contacto directo?
He estado muchos años en el mundo de la música, tengo muchos recuerdos bonitos. Un día escuché un grupillo que no les conocía ni dios, y les dije: seréis el grupo de los próximos cinco años, estaréis cinco años dominando el mundo, y ellos fliparon. ¿Sabes quiénes eran? Supertramp. Esto lo escribí en el 1974. Con John Heliwel, el saxofonista de Supertramp, creamos un juego Trivial de música rock para ver quién sabía más. Recuerdo un fin de semana con Genesis, cuando aún eran Phil Collins y Peter Gabriel en un castillo de Manchester… Es que he estado con mucha gente: Michael Jackson, Pink Floyd, The Who, Bruce. Dime un nombre y te los conozco a todos. ¿Amigos? Es complicado, amigos pocos, algunos sí que me recordaban, me decían: ¡eeeh the spanish writer! Eso te lo cuento a ti, pero nunca lo pondré en un libro.
¿No? ¿Por qué?
Es distinto. Yo puedo hacer un libro sobre mis obras y hacer una lista. Si alguien me dice que no se lo cree, le enseño el guión hecho a mano, lo puedo demostrar. Y con la música no lo puedo demostrar. Cuando tenía 30 años era gilipollas. Con perdón para ti, pero a los 30 años eres gilipollas.
Pues yo tengo 21, imagínate…
¡Aún más gilipollas! Entiéndeme. Tengo 50 años y no tengo ningún disco firmado por ningún artista. Cuando era director de revista no me daba vergüenza, pero no lo pedía jamás. Ni me hacía fotos. Tengo fotos con Leonard Cohen, Queen, pero era porque me las hacían, no porque las pidiera. Les entrevisté, fui a todos los conciertos, aquí abajo puedes ver todas las entradas, pero no lo puedo demostrar. Muchas veces he estado con el artista en el camerino, cenando, en una rueda de prensa o en una entrevista. Y harían falta centenares de fotografías que lo demostraran que no tengo.
He visto que en tu exposición hay también jeroglíficos, crucigramas y juegos de palabras. ¿Cómo empezó todo esto?
Me pasaba el día jugando con palabras. Yo era un niño solitario, hijo único y tartamudo. Me pasaba el día dibujando, cuando tenía 8 o 9 años dibujaba bastante bien. Además, me encantaban los juegos de palabras y los jeroglíficos. También hacía una libreta de grandes éxitos, donde hay copiada la primera viñeta de Mortadelo y Filemón. Me pasaba el día inventando cosas o copiándolas. Hacía crucigramas, juegos, de todo, inventaba palabras. ¿Y por qué? No había televisión, y cuando la hubo yo no tenía porque en casa no había dinero. Yo era un tío creativo, y eso es innato.
¿Alguien como tú que se pasa la vida trabajando, la única manera de hacerlo es que también implique diversión, un componente lúdico?
Mira, me declaré a mi mujer con 22 años. Le dije: me he enamorado de ti pero tengo que decirte una cosa. Me gustas, y ahora soy un trabajador y un estudiante, pero antes que amante, padre, o lo que sea, siempre seré escritor. Si me dices que sí, tienes que saber que escribir será siempre mi vida, y que antes de dejar de escribir iré a vivir debajo de un puente.
¿Esto lo mantienes hoy en día aún?
Sí. ¡Lo mantiene ella! Si yo mañana le digo que me voy a Kazakhastan, ella no me preguntará que voy a hacer allí. Ella sabe que voy a conocer mundo, a inspirarme o a escribir un libro. Lo tiene muy claro. Yo he sacrificado todo para mi vida de escritor, he sacrificado muchas cosas. Pero es que escribir es mi definición, es un orgasmo contínuo, me paso el día empalmado. No puedo explicarte lo que siento creando. Tuve una novia que no creía en mí, que quería que trabajara cinco días a la semana. Tuve que elegir entre ella y escribir, y elegí escribir. La siguiente novia, que ya fue mi mujer, le dejé muy claro lo que quería hacer en mi vida. Y somos felices porque siempre hemos tenido libertad creativa y hago lo que quiero cuando quiero. Ella es pintora y hace lo mismo, cuando me dice que se va a Nueva York yo no le pido explicaciones. No sé hacer las cosas a medias tintas.
Para terminar, te pido que escojas una palabra
Yo tengo cinco palabras que definen mi mundo ético: paz, amor, respeto, honradez y esperanza. Paz, porque soy pacifista y he sido hippy; amor, porque creo en él totalmente, amor en todo, en el respirar de cada día. Respeto porque si no nos respetamos nos vamos a dar hostias; honradez, porque creo que soy un tío honrado. Y, esperanza porque no creo en nada, ni en dios ni en paraísos, creo que cuando nos morimos todo se acaba y adiós muy buenas. Si quieres una que me defina a mí, es voluntad. Tengo voluntad a prueba de bombas, es lo que me define.
Texto: Oriol Soler
Fotografías: Marc Saludes