Bienvenidos al país de los verbívoros

Bienvenidos al país de los verbívoros, una Tierra Jocunda sin ley de extranjería. Es verbívoro todo el mundo quien bebe verbos y los hace bailar. La única condición es no tener miedo de jugar ni de jugársela. Este portal ha pasado por diversas fases desde su creación en 1999. La última, de 2014 a 2017, ser un espacio abierto a profesionales de todos los ámbitos, semanalmente entrevistados con el juego de trasfondo. Podréis recuperar todas las entrevistas aquí debajo.

Antes, fue un foro interactivo con propuestasd e juegos en catalán, castellano e italiano, hasta que las redes sociales aportaron una vía más directa para acoger a la comunidad verbívora, que ahora recibe un estímulo diario desde la página www.facebook.com/verbaliajuegos Cuantas más intervenciones, más posibilidades de ganar premios tendréis... Nuestro principal interés es ilustrar con ejemplos que el hecho de jugar es una experiencia cultural de primera magnitud.

El país de Verbalia lo impulsa Màrius Serra, autor de los libros Verbalia (2000) y verbalia.com (2002), y coautor con Oriol Comas de los juegos Verbalia (Devir, 2011) y Crucigramàrius (Devir, 2014). Desde marzo de 2018, Oriol Comas i Coma es, también, un personaje literario de novela negra, el experto en juegos homónimo que resuelve una trama criminal en La novel•la de Sant Jordi, de Màrius Serra (Amsterdam, 2018).


Joan Pera: "Si no puedo hacer una interpretación como un juego, no me interesa tanto"

Es complicado saber si Joan Pera disfraza su personalidad despistada para contar algunas verdades que quedan escondidas a ojos de la mayoría o si simplemente es un hombre despistado. Le entrevistamos una hora más tarde de lo pactado, porque ha confundido el horario de nuestra entrevista con la que tenía en Ràdio Estel, ha intercambiado las horas y al final ha llegado tarde a las dos. La primera cara de TV3, la extraña pareja de Paco Morán o el doblador de Woody Allen y Mr Bean nos habla del juego teatral y nos cuenta hasta qué punto puede ser rebuscada la interpretación. Antes de empezar a grabar ya me cuenta cosas de crucigramas, que siempre resuelve en un escenario muy especial…

… los voy deduciendo poco a poco, a base de las palabras que voy encontrando.

¿Así que resuelves crucigramas todos los días?

Sí, siempre, ya hace muchos años. [Señala la grabadora. ‘Ah, ¿que ya funciona esto? De acuerdo] Hace 30 años ya resolvía los de Tísner, el antecesor de Màrius. Me hace mucha gracia. Y los resuelvo… en el retrete. Y mi mujer me grita: ¿qué no vienes? Y claro, depende del crucigrama. Si lo saco rápido salgo antes. No sé salir si no lo he terminado, y lo hago todos los días.

También tenías un crucigrama colgado en el camerino, ¿no?

¡Sí! Uno con mi nombre. Una vez le dije a Màrius que resolvía sus crucigramas. Yo me llamo Joan Pera Segura, los 14 horizontales clavados. Y fue tan buena persona que me hizo salir, no recuerdo la definición exacta, ¡pero es un honor que no tiene mucha gente! Una definición que sí recuerdo es la de ‘la fruta más madura del teatro en catalán, de 4 letras’.

Esta es fácil: Pera.

En cambio, no hace mucho había una definición que era ‘señorea en el teatro catalán y tiene nombre de fruta, de seis letras’. Claro, ¡este no podía ser yo! Y empecé a pensar en actores con nombre de fruta que señoreen en el teatro catalán… Y al final me salió: impera. ¡Im-Pera! Yo estoy muy orgulloso de salir en los crucigramas.

¿Por qué eres aficionado a resolverlos?

Me relaja mucho, y me obliga a no pensar en otras cosas. La gente que somos muy activos (y yo he sido muy activo toda mi vida y he trabajado mucho) tenemos problemas. Hoy la crítica es buena, hoy mala, hoy no te han aplaudido… Hay un momento en que relajas la mente y piensas sólo en aquellas palabras, y vas exprimiéndote el coco. Relaja mucho, a mí me conviene un rato al día, los 10 o 15 minutos de hacer el crucigrama.

¿Y los terminas?

Los termino todos los días, ¡no puedo soportar no terminarlos! No puedo, me pongo muy nervioso. De veces los dejo descansar un rato, y normalmente si los dejas un rato al final te acaban saliendo. Màrius pone cosas muy difíciles y el catalán tiene una riqueza extraordinaria. Cuando trebajaba con Paco Morán, si yo había encontrado una palabra complicada yo la decía en escena. Yo le decía: em treus de polleguera! [me sacas de quicio]. Y él contestaba: ¿qué es esto de polleguera? Era muy divertido, incorporaba las palabras del crucigrama a la actuación.

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¿Percibes el teatro como un juego?

Yo siempre lo he tenido como un juego. Una cosa son las grandes interpretaciones y otra el juego de grandes interpretaciones. Yo, si no puedo hacer una gran interpretación como un juego, en el que el público pueda entrar, no me interesa tanto. Lo más bonito del teatro es el juego escénico, se crea una magia que no tiene ninguna otra cosa. Por esto la gente aficionada al teatro lo es mucho, y a todos los niveles. En todos los pueblos de Catalunya hay 2, 3 o 4 grupos de teatro. El que lo ha probado sabe que es como un veneno. A veces cuando tienes que hacer este juego cada día puedes entrar en rutina, pero si sales al escenario con ganas de jugar con el público, como el público es diferente, la actuación es diferente. Yo he hecho 3.000 representaciones de La extraña pareja y no recuerdo ni un día de haberme aburrido. Era un juego a tres bandas entre Paco Morán, el público y yo.

¿Así que al final el elemento clave es el público?

Sí. Es más, nunca sabes la calidad de una obra de teatro hasta que no la pones delante del público. Podemos ensayar seis meses una comedia, pero nunca sabrás si es buena o no hasta que la pongas delante del público. El teatro es un servicio, no un problema de grandes actuaciones. Es importantísimo que el público entienda qué quieres decir, y que el actor sepa qué quiere decir. Yo a veces no he sabido qué quería decir hasta la actuación número 100. A veces he hecho obras con éxito y al cabo de 60 días he pensado: ¡no entiendo esta función! Pero la gente ríe igualmente.

¿Pero cómo puedes representar algo que no entiendes?

¡Haces el juego! Pero no terminas de saber muy bien qué quieren decir las palabras hasta que no lo tienes muy seleccionado. Si el actor sabe perfectamente qué quiere decir… Yo cuando estreno una comedia después de haberla ensayado pienso en qué eslogan quiero transmitir al público. Porque el público se quedará sólo con un eslogan, ¡eh! Sólo uno después de dos horas hablando. Entonces pienso en el eslogan: que soy tonto, que soy listo, que soy puñetero… Y si yo entiendo perfectamente qué quiero decir, el público también lo entenderá. No es cuestión de actuar mejor o peor.

Has dicho alguna vez que no puedes salir de tu propio personaje, que te interpretas a ti mismo. ¿El Joan Pera genuino también se interpreta a él mismo?

No es eso exactamente. Yo empiezo a ensayar una función y me dicen cómo es el personaje, cojo el texto, lo estudio, hago lo que dice el director… Pero cuando ya entiendo el personaje, casi siempre me doy cuenta que aquella frase yo la diría de otra forma, a mi manera. Poco a poco voy incorporando mi forma de entender al texto que tengo. Y cuando más hago esto, más sale el Pera, y al final siempre acaba saliendo el Pera. Porque es el personaje más sincero, el más auténtico.

Entonces, ¿el Pera y Joan son la misma persona?

Sí, porque es muy importante que haya sinceridad en un espectáculo. Yo podría estudiarme 50 chistes, salir y hacer un espectáculo. Pero sólo soy un señor explicando chistes, no hay sinceridad. Pero si cuento el chiste como si me pasara a mí, sí que hay una verdad. Yo diría:

-El otro día fui al médico y me dijo que no encontraba la causa de mi dolor de estómago, que debe ser cosa de la bebida. Y yo le dije: pues ya volveré cuando esté sereno.

Si me pasa a mí hay una verdad, y yo la necesito. Pero sólo la encuentro en mí mismo. Si estoy haciendo el Hamlet y pienso que Hamlet nació en Mataró y no en Dinamarca, debo hacerle entender al público que Hamlet es de Mataró, y habrá una parte de verdad. ¡Es raro, eh! [ríe]

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Todo el mundo te encasilla como cercano, despreocupado, despistado… ¿Has ido jugando con esta personalidad y te la has ido creando o realmente eres así?

Sí, yo en principio soy así. Tengo puntos no tan favorables… Pero de todas formas, esta sinceridad la he ido creando con el tiempo, debo intentar ser realmente así, cercano a la gente. No me gusta que me vean como una persona que hace teatro, sino que soy una persona que hace en el teatro todo aquello que le podría pasar a cualquier persona. Yo era el pequeño de 5 hermanos, y era el más cercano, simpático, cordial, no me gusta que nadie se enfade. Pero los que somos más tranquilos cuando perdemos los nervios lo hacemos fatal, no estamos acostumbrados y la cagamos por todos lados. Y si estoy en una situación difícil me cuesta asumirla, más bien huiría. Pero si debo afrontarla es complicado. A veces hace falta dar órdenes, regañar… ¡Pero prefiero que lo haga mi mujer!

Has mezclado trabajo y familia, Blai te lleva la agenda y la comunicación, Roger es actor… ¿Te ha traído algún disgusto?

No, es más bien una salida. A mí ya me gustaría que todos fueran astronautas… Pero es más bien una dinámica. Yo desde siempre he estado en el teatro, la tele, la radio, los doblajes… Ellos han vivido esta dinámica y era lógico que ellos se vieran pegados a ella, no me disgusta que se dediquen a esto pero tampoco lo hemos buscado.

Yo me refería más bien a cómo se maneja la convivencia con la familia dentro del trabajo, y al revés…

Siempre es un poco complicado. Si hacemos algo con Roger y a él le sale otra historia, pues le ayudo. Es incómodo a nivel de producción e industria. Es lo que nos ha tocado y lo vivimos con naturalidad. En casa todo es muy normal o natural. También tengo un hijo que es físico y no sé por qué es físico, porque es lo último que podías esperar que saliera de mi casa. Hay otro que es político, y a la gente le cuesta entender que tenga sentido del humor… En casa tenemos un desdramatizador de las cosas, todo es muy relativo y es mucho mejor una palabra cordial y una sonrisa que un tirón.

Vamos al doblaje. Es una interpretación sobre otra interpretación, parece complicado. ¿Cómo te pones en la piel de gente como Woody Allen?

Cada actor de doblaje tiene su forma de asumir. Tiene ciertas dificultades. Yo soy un mal doblador. Lo hago mejor yo que el de arriba, y no cuadra. Debería ser solo un servidor, los grandes dobladores son servidores. A mí se me escapa, si la película me gusta y el personaje me gusta, lo hago como lo haría yo. ¡Y me regañan! Esto me ha pasado con Woody Allen y Mr Bean. El doblaje, en todo caso, debería ser una imitación absolutamente fiel. Pero si tú recuerdas los doblajes de Jack Nicholson, los hacía un hombre que ya está muerto, Rogelio Hernández, tenía un tono de voz que no tenía nada que ver con el actor. Pero el tono y la forma de hablar gustaban, y el distribuidor de cine decía: que pongan esta voz. A mí con Woody Allen me pasa lo mismo, gusta a pesar de no ser fiel al original.

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¿Deberíamos estar menos familiarizados con el doblaje?

Sería una buena herramienta cultural. Los portugueses saben mucho más inglés que nosotros por ese motivo, es una buena herramienta lingüística. Pero esto sirvió durante una época. Actualmente las pelis que vemos son turcas, japonesas, chinas, alemanas… Cuando solo había Hollywood sí que sería perfecto, pero ahora… Yo acabo de doblar una película japonesa. ¿Deberíamos saber japonés, turco, chino o árabe? El doblaje siempre estará ahí. Por otro lado, los occidentales hemos tenido desde hace 600 años una civilización basada en la traducción de libros. Nadie ha leído Goethe el alemán, ni las versiones originales de Dante, Milton o Dostoievski. Si durante todo este tiempo hemos tenido una civilización de traducción, ¿ahora pondremos el grito en el cielo porque traducimos películas? El derecho romano estaba en latín, ¡y lo traducimos todo! Si sabes latín, cojonudo. Si no, sirve de mucho que haya una traducción. ¿Si sabes inglés y quieres ver a Woody Allen en versión original? Pues mejor, aunque Woody Allen está mejor doblado por mí que el original. [ríe] Si no, debemos fiarnos de las traducciones.

Volvamos a lo que en principio nos ocupa. ¿Eres aficionado a los juegos?

¡Para nada! Y no sé porqué, pero he jugado muy poco a las cartas o al dominó… Sólo los crucigramas. Una vez jugué a aquello que se ponen y sacan casas, el monopolio [Monopoly], la partida duró hasta las seis y dije: ¡nunca más! Me gusta leer, pero me obliga a darle a la cabeza y no me relaja, si un libro me gusta mucho vas pensando en él y se te ocurre una obra de teatro… Pero eso de los Juegos Reunidos Geyper no lo hemos hecho nunca, nunca recuerdo haberme sentado con mis hijos a jugar. ¡Y con mi mujer tampoco! No lo hemos hecho nunca en la vida.

Para terminar, te pido que escojas una palabra.

La palabra cordialidad a mí me gusta mucho. Creo que vivir en cordialidad es mucho mejor que vivir en incordialidad. Todo es capaz de ser cordial. Normalmente las relaciones con las personas son complicadas, con la mujer, los hijos, la gente del trabajo… Tenemos tendencia a chocar. La forma de que cada uno sea él mismo sin renunciar a nada es hacer las cosas con cordialidad. Yo te puedo llamar hijo de puta cordialmente (y lo serás), pero también será cordial. Es muy importante que podamos decir la verdad, no hace falta ensañarse si podemos ser cordiales. La cordialidad falta mucho en estos momentos. La vida es un salto de obstáculos constante, cada día tienes que saltar. Yo llego por la noche, me voy a dormir y pienso: hoy me he salido de esta, aquella, la otra… Y mañana tengo que hacer esto, aquello… ¡Uf, trae el crucigrama!

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Texto: Oriol Soler

Fotografías: Adrià Calvo

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